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Trabajar sobre el terreno no es exactamente como reunirse en una sala de juntas, y eso forma parte del encanto de hacerlo allí. El lenguaje va directo al grano, los chistes vuelan rápido y todo el mundo aprecia la sinceridad. Pero cuando se trata de comunicación empresarial, sobre todo con clientes, proveedores o directivos, el equilibrio entre ser directo y mantener la profesionalidad se convierte en algo crucial.
En el fondo, una buena comunicación se basa en la claridad y el respeto. Hay que ser claro sobre lo que se necesita, lo que se espera y los resultados. Es el mismo principio que dar instrucciones claras en un lugar de trabajo: todo el mundo sabe adónde se dirige y qué debe hacer a continuación. Las bromas casuales son estupendas y a menudo ayudan a entablar relaciones, pero asegúrate de que tu mensaje no se pierde en la mezcla. Puedes seguir siendo afín sin dejar de ser preciso, utilizando un lenguaje sencillo para comunicar tus puntos de vista, pero sin dejar lugar a malentendidos.
El truco está en conocer a tu público. Si estás hablando con un colega de toda la vida, un poco de humor o una broma amistosa hacen que el trabajo sea mucho más agradable. Pero con nuevos clientes, proveedores o superiores, es prudente moderar la informalidad hasta que sepas dónde están los límites. Mantén un tono profesional, utiliza un lenguaje directo y reserva las bromas para cuando hayas establecido una relación más sólida. Recuerda que decir las cosas como son no significa ser brusco o grosero, sino asegurarse de que tu mensaje es claro, honesto y productivo. Sé sencillo, respetuoso y asegúrate siempre de que la conversación -y el trabajo- avanzan.

