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En la tierra que hay bajo nuestros pies yace una intrincada mezcla de minerales, materia orgánica, aire y agua: lo que nos gusta llamar suelo. Esta mezcla dinámica es uno de los pilares de la civilización, desde la agricultura hasta la construcción. Pero, ¿qué es realmente el suelo? No es sólo el suelo que pisamos; es una entidad viva que sustenta la vida y determina el funcionamiento del mundo que nos rodea.
¿Por qué hablar de ello? ¿Qué "hace" el suelo?
El suelo hace algo más que asentarse bajo nuestros pies: es una fuente de energía que sustenta la vida en la Tierra, al igual que otros elementos esenciales como la luz, el agua y el aire. Si pensamos en las bases de la supervivencia, el papel del suelo resulta evidente. No se trata sólo de proporcionar un lugar para que las plantas echen raíces, sino también de las funciones críticas que desempeña, como purificar el agua y el aire. Actúa como un filtro natural: cuando la lluvia cae sobre el suelo, no se encharca ni se escurre. Se filtra por el suelo, que lo limpia de forma natural antes de llegar a los acuíferos subterráneos. Este proceso ayuda a garantizar que el agua que bebemos sea clara y limpia, el primer paso en un proceso de filtración natural.
Además, el suelo actúa como regulador vital del sistema medioambiental en su conjunto, gestionándolo todo, desde el control del clima hasta la prevención de inundaciones. Su capacidad para absorber y retener el agua puede mitigar el impacto de las lluvias torrenciales, reduciendo el riesgo de inundaciones. Y no se trata sólo de lo que el suelo puede retener, sino también de lo que da. La ropa que vestimos, las casas en las que vivimos e incluso algunos medicamentos proceden del suelo. Por ejemplo, el descubrimiento de la estreptomicina, un antibiótico revolucionario utilizado a menudo para tratar la tuberculosis y otras infecciones, fue posible gracias a la vida microbiana que habita en el suelo.
Así pues, si miramos el suelo a través de este prisma, veremos que es mucho más que tierra. Es un sistema dinámico y vivo que sustenta, limpia y abastece. Desde la comida de nuestros platos hasta los techos que cubren nuestras cabezas, el suelo desempeña un papel en muchos aspectos de nuestras vidas, lo que lo convierte en un recurso que merece la pena respetar y proteger.
Esencia y formación del suelo
La complejidad del suelo comienza con su formación, un proceso moldeado por la interacción de minerales, materiales orgánicos y las fuerzas de la naturaleza a lo largo del tiempo. Su creación es una lenta danza de los elementos, en la que la formación de la capa superficial del suelo tarda de cientos a miles de años, dependiendo del clima. En este lento proceso de elaboración influyen el clima, los organismos, el relieve (paisaje), el material parental y el tiempo -todo ello resumido en el acrónimo CLORPT- y da lugar a los diversos perfiles de suelo que cubren la superficie terrestre. Cada perfil, u horizonte como se denomina en el mundo del suelo, cuenta la historia única del viaje y la composición de un suelo.
En el corazón de la funcionalidad del suelo se encuentran su textura, estructura y color; cada aspecto nos proporciona información única sobre el horizonte del suelo, lo que explica las diferentes capacidades de drenaje del suelo y su idoneidad para diferentes usos.
Textura
El equilibrio entre arena, limo y arcilla determina la textura de un suelo e influye en su capacidad de retención de agua y drenaje. Los suelos limosos, con una mezcla casi igual de estos componentes, son muy apreciados para la agricultura por su óptima capacidad de retención de agua y nutrientes. Por el contrario, los suelos arenosos, con un drenaje rápido, son menos adecuados para los cultivos sin riego.
Estructura
La disposición de las partículas del suelo en "terrones" -partículas del suelo dispuestas en pequeños grupos- influye en el movimiento del aire y el agua dentro del suelo. Los suelos con estructuras granulares favorecen el crecimiento sano de las plantas al facilitar un buen drenaje y la circulación del aire. Por el contrario, los suelos platinos pueden dificultar el drenaje y provocar encharcamientos perjudiciales para la mayoría de los cultivos.
Color
La tonalidad de un suelo puede revelar su contenido mineral y sus niveles de materia orgánica: los suelos oscuros ricos en materia orgánica y los de color brillante indican un buen drenaje. Los suelos moteados y con manchas sugieren un drenaje deficiente, lo que puede plantear problemas para la construcción y la agricultura al requerir estrategias de gestión especializadas para evitar la acumulación de agua.
Tipos de suelo
Para gestionar y utilizar los suelos con eficacia, especialmente en proyectos que requieren soluciones de drenaje precisas, es primordial comprender los tipos de suelo y sus clasificaciones. El sistema de taxonomía de suelos de Estados Unidos clasifica los suelos en 12 órdenes, cada uno de ellos definido por propiedades específicas que repercuten en el uso del suelo y las prácticas de gestión. Estos órdenes proporcionan una comprensión básica de las características físicas, químicas y biológicas del suelo, orientando las decisiones en la agricultura, la construcción y la conservación del medio ambiente.
Gelisoles
Estos suelos son siempre fríos y contienen permafrost cerca de la superficie. Los gelisoles se encuentran en las regiones polares y en las altas montañas. Suponen un reto para la construcción y la agricultura debido al movimiento limitado del agua y a las zonas radiculares poco profundas.
Histosoles
Los Histosoles, ricos en materia orgánica, suelen denominarse turberas. Situados principalmente en zonas húmedas, son ideales para la agricultura si se drenan, pero pueden hundirse y descomponerse si se alteran. Cubren aproximadamente el 1% de la superficie terrestre.
Espodosoles
Reconocidos por sus distintas capas, los espodosoles se forman en condiciones ácidas, normalmente bajo bosques de coníferas. Se encuentran en regiones húmedas y suelen ser arenosos y ácidos. Cubren aproximadamente el 4% de la superficie terrestre.
Andisoles
Nacidos de la ceniza volcánica, los andisoles son fértiles y retienen bien el agua, por lo que son excelentes para los cultivos. Son comunes en zonas con precipitaciones moderadas y temperaturas frescas, pero pueden erosionarse en las laderas.
Oxisoles
Estos suelos tropicales son ricos en hierro y arcilla, y se forman sobre paisajes estables. A pesar de estar muy erosionados y ser infértiles por naturaleza, pueden ser productivos con una gestión adecuada. Los oxisoles ocupan aproximadamente el 8% del globo.
Vertisoles
Repletos de arcilla expansiva, los Vertisoles se hinchan con la humedad y se encogen cuando se secan, causando problemas de superficie. Sin embargo, su fertilidad es alta, por lo que son buenos para los cultivos si se controla el encharcamiento.
Aridisoles
Suelos secos de los desiertos, los Aridisoles albergan ecosistemas únicos. Suelen contener sales y requieren irrigación para la agricultura; cubren 12% de la superficie terrestre.
Ultisoles
Los Ultisoles, que se encuentran en regiones húmedas, están muy erosionados y son ácidos, pero pueden hacerse fértiles con cal y fertilizantes. Son comunes en los bosques y constituyen alrededor del 8% de la tierra.
Alfisols
Menos meteorizados y ácidos que los Ultisoles, los Alfisoles son fértiles y se encuentran bajo los bosques en zonas húmedas. Son más comunes que los Ultisoles, constituyendo el 10% de la tierra.
Mollisols
Los suelos oscuros y ricos de las praderas, los Mollisoles, son muy fértiles y soportan una agricultura robusta. Se benefician de la materia orgánica que aportan las plantas de las praderas y cubren el 7% de la tierra.
Inceptisoles
Estos suelos presentan un desarrollo moderado y son muy diversos, ya que se forman en condiciones diversas. Están muy extendidos, ocupando 17% de la superficie terrestre.
Entisoles
Poco o nada urbanizados, los Entisoles se encuentran en entornos nuevos o en constante cambio, como llanuras aluviales o dunas. Están entre los suelos más comunes, cubriendo 16% de la tierra.
Cada tipo de suelo presenta retos y oportunidades únicos, especialmente en lo que respecta al drenaje y la agricultura. Comprenderlos puede ayudar a tomar mejores decisiones sobre el uso y la gestión del suelo.
Soluciones de drenaje adaptadas a los tipos de suelo
Comprender los entresijos de los tipos de suelo es una gran herramienta cuando se trabaja con tierra. Las características únicas de cada suelo determinan el tipo de drenaje necesario para evitar la erosión, proteger las infraestructuras y favorecer el crecimiento de las plantas. Al evaluar la textura, la estructura y el color del suelo de un proyecto, los contratistas y los agricultores pueden utilizar estrategias de drenaje probadas y adaptadas que optimizan la gestión del agua y promueven el uso sostenible de la tierra.
A medida que profundizamos en el mundo que hay bajo nuestros pies, el conocimiento de los tipos de suelo y sus necesidades de drenaje se convierte en una poderosa herramienta en nuestra búsqueda de la sostenibilidad y la eficiencia. Ya sea para construir cimientos resistentes, cultivar cosechas abundantes o gestionar los recursos hídricos, los secretos que encierra el suelo son la clave de nuestro éxito. Sigamos explorando, comprendiendo y respetando este preciado recurso, porque en él reside el futuro de nuestros esfuerzos en este planeta.